«Cuando fuimos a conocer a Twistter, vimos a un perrete enloquecido dando vueltas (estereotipias) sin apenas prestarnos atención. Habíamos leído que no soportaba estar encerrado y yo, que tenía experiencia con otros pastores belgas, lo entendí, ya que lo llevan mal en general, sobre todo los malinois. No nos echamos atrás, pero sabíamos que iba a ser muy difícil.
Al poco tiempo, nos dijeron que en su excitación había mordido a una trabajadora del centro. Se iba poniendo difícil, pero yo quería salvar a ese peludo sin futuro y seguimos yendo a verlo. Mordió a otra colaboradora, ya que nadie se atrevía a entrar en su chenille, y sí, le abrían para correr, pero no se fiaban de que agrediera a otros perros. Cada vez estaba más solo y tenía menos posibilidades.
Afortunadamente, existen profesionales que se la juegan por un animal. Poco a poco, Oscar decidió entrar y, lentamente y desde el cariño, trabajar con él. La visita en la que, a través de «las rejas», ya respondía a su nombre, paraba de dar vueltas y esperaba atento el premio después de sentarse… fue… ¿Ver los cielos abiertos? ¡Había posibilidades!
La siguiente vez, ya conocimos a Oscar. Vimos a un señor que entraba tranquilo en la chenille, acariciaba al perrete, le pedía, no le ordenaba, que se sentara, que se tumbara, con mucha paciencia y luego le daba premio. ¡Conseguía la atención del perro al 100%! Aún tardó que saliera bien la adopción, pero ya con muchas más esperanzas.
Han pasado meses, Twistter está en casa con Marta, con Sandro (la persona de la que se enamoró a primera vista… ¡Fue mutuo!) y conmigo. Por fin está con nosotros en casa, mi perrita Border Collie, muy miedosa con todo, le abrió su corazón y su territorio, pero ¿Me estoy olvidando de nombrar a Oscar? Siguió la adopción de cerca, en casa, nos supo dar los trucos y las herramientas para que llegara a buen fin. Ahora, cuando ya han pasado unos meses, viene a visitarnos, tanto Twistter como Lubi le reciben como al tito Óscar y, claro, los humanos también. Gracias por todo, Óscar.» – Mercedes